A raíz de lo que os he ido contando por stories y de la foto que subí en mi galería he recibido muchos, varios cada día, mensajes preguntándome cómo hemos hecho el destete respetuoso.
Os dejo aquí el post del destete de Marta y os adelanto que no hemos seguido ninguna teoría, ningún truco decisivo, ninguna decisión milagrosa, solamente nos hemos ido dejando llevar.
Eric tenía casi 21 meses y yo sabía que el momento estaba cerca, adoro la lactancia, adoro el vínculo entre los dos y esa sensación de tranquilidad al saber que está alimentado y de que “poco más necesita” si él está conmigo. Pero el confinamiento hizo que la demanda se multiplicase y con ello también la dependencia. Y eso no me gusta tanto, no me gusta percibir que necesita de mi pecho las 24 horas y que, cuando no es posible, es capaz de enfadarse tanto y frustrarse como lo hacía. Creo en su autonomía, en su libertad (dentro de sus capacidades) y en que cuando una etapa acaba, hay que alegrarse por ello y dar paso a la siguiente. Esto es mi opinión 100% personal, respeto totalmente las mamás que deciden no dar el pecho, al igual que las que deciden prolongar la lactancia más meses, incluso años. Pero nuestro momento se aproximaba. Como os contaba un día en stories, Marta me enseñó que los vínculos no se rompen, al revés, se hacen más fuertes, nuestro fin de la lactancia llegó de forma natural y sin traumas. Nunca la había había escuchado tanto como cuando dejó el pecho, porque antes, al primer quejido, lo recurrente era mamar, pero aprendí mucho de ella tras el destete. Por eso, cuando decidimos que era el momento de empezar el proceso con Eric no sentí miedos ni nostalgia. Lo que nos une con nuestros pequeños va mucho más allá del (maravilloso) acto de dar el pecho.
Durante varios días le fui avanzando que pronto no habría tetita. Él parecía ignorarme pero no os equivoquéis, con esta edad son muy conscientes de todo lo que pasa a su alrededor. No les subestiméis. Un domingo estábamos en el campo y me pidió pecho sobre las 5 para dormirse la siesta. Esa fue la última toma. Eric siempre se dormía en el pecho, las siestas, por la noche (excepto en mi ausencia) pero esa noche decidí echarle paciencia. Canciones, cuentos, un capítulo de la Granja de Zenón… Y se durmió. Milagrosamente se durmió. Se despertó varias veces por la noche, como era habitual, pidiendo teta: Más abrazos, más mimos, más caricias, y se volvió a dormir. Durante los siguientes días, las mañanas y las tardes fueron más sencillas, cuando me pedía pecho, intentaba entretenerlo con otra cosa y por la noche, más paciencia, más cuentos, canciones… Y así, fueron pasando los días. Para dormirse y, a veces por la noche sobre las 4 o las 5, me pide agua, un vaso de leche o un actimel (¡está tomando más lácteos que nunca!) pero después de casi dos meses, podemos dar por finalizada esta etapa maravillosa.
Siento no poder ayudaros mucho con consejos porque cada niño es un mundo. Hay peques que necesitan que la mamá desaparezca de la habitación para asumir el cambio y no pasarlo mal, Eric por ejemplo, ha necesitado mi contacto todo el tiempo y ha cambiado las tomas por abrazos, por tocarme la cara o los brazos y estar muy pegadito a mi. No os obsesionéis con un método o con una teoría, probad lo que funciona con vuestros peques, habladles, escuchadles… Nosotros lo hemos hecho de forma bastante radical pero no por ello menos respetuosa.
Mucho ánimo y paciencia. Espero que os vaya fenomenal 🙂